Instalación para el Festival Lluèrnia 2024
El laberinto es una figura arquitectónica muy antigua. La línea y el laberinto toma su nombre de un texto de Umberto Eco en el que se explica que existen dos concepciones del mundo. De manera metafórica esta dualidad se puede entender como el salto de lo simple a lo complejo, de lo terrenal a lo creativo y mágico. La línea que es capaz de dibujar un laberinto puede hacer que un simple trazo sobre un lugar traslade a quien lo recorre a una dimensión alternativa en la que la luz y la materialidad son capaces de crear una atmósfera mágica.
La construcción del laberinto como un ejercicio didáctico para adolescentes, la metáfora se traslada a la vida como la transición de la infancia a la adultez a través de la percepción de la arquitectura. En palabras de Italo Calvino: “Quien crea poder superar los laberintos huyendo de su dificultad, se quedará siempre al margen”.
El primer laberinto de la historia fue construido por Dédalo en Creta, según la mitología griega, a petición del rey Minos, para ser hogar de su hijo Minotauro. Teseo asesina al monstruo, convirtiéndose junto con Dédalo en la segunda persona capaz de adentrarse en el laberinto y salir con vida. El escritor Robert Graves reinterpretaba esta leyenda como una metáfora del poder en las sociedades, en las que los reyes podrían ser asignados, pero sólo aquellas personas excepcionales eran capaces de volver del interior del laberinto. En una lectura más abierta, como la que propone Jorge Luis Borges o Umberto Eco, el laberinto es una prueba ingeniosa en torno a las habilidades del ser humano para controlar su propio destino. Pero hay algo de magnético en la construcción de un espacio así, ya sea mediante palabras o mediante líneas: quizás sea un triunfo personal salir del laberinto, pero existe un extraño magnetismo irrefrenable a penetrar en él.
La atracción por una construcción en la que perderse y confundirse es una garantía, puesto que ese es el objetivo del laberinto, produce una atmósfera de inquietud al tiempo que una sensación de protección análoga a cualquier espacio arquitectónico, porque como decía el arquitecto John Hejduk “el laberinto protege al cuerpo”. Puede que el laberinto solo sea una metáfora de la vida, en la que toda dirección es confusa y los caminos están guiados por la intuición y el conocimiento, la sensación de desorientación o confusión puede ser casi permanente, sin embargo, todo parece seguro porque el hábitat protege al cuerpo.
La construcción de un laberinto no es una labor sencilla, y es que no son sólo las líneas las que producen un particular recorrido intrincado, sino que, dentro de él, como en la biblioteca de El Nombre de la Rosa, hay recursos y artefactos que buscan confundir a quien lo recorre. Esta atmósfera casi onírica, apela a las emociones esenciales en la relación del ser humano con la arquitectura que construye el hábitat que le rodea. Para el proyecto de este laberinto se han comenzado a liberar líneas sobre el lugar, atendiendo a sus elementos y su escala. Los muros de este laberinto serán tan mágicos como los de cualquier obra literaria porque aparecen y desaparecen a voluntad, con tan sólo presionar un botón, la arquitectura efímera es así la herramienta fundamental para crearlo. Las construcciones inflables forman enormes elementos arquitectónicos que definen ámbitos, espacios, pasillos, estancias. Pero sólo así no sería un auténtico laberinto. Si Teseo penetrase en él, sería capaz de salir fácilmente utilizando el hilo de Ariadna, y han pasado demasiados siglos. Un laberinto contemporáneo ha de incorporar alguna estrategia arquitectónica más. Por ello se ha decidido utilizar dos tipos de plástico: blanco y dorado. El plástico blanco de galga 200 al inflarse presenta una cierta transparencia difuminada, lo que provoca indefinición y distorsión al mirar a través de él. El plástico dorado tipo kraft impide observar a través de él, sin embargo, todo es visible desde su interior. Exteriormente refleja, como un espejo, todo lo que sucede en su entorno, por lo que al oponer dos elementos construidos con este material se produce un reflejo infinito que confunde y deforma la realidad. Aun así, no sería un auténtico laberinto. La oscuridad del lugar en torno al laberinto, solo iluminado en aquellos puntos en los que convenga, crea la atmósfera adecuada para que la materialidad de la arquitectura inflable y el trazado de sus líneas se conviertan en una pequeña ciudad imaginada. Una ciudad en la que es enigmáticamente inevitable penetrar, porque el deseo de perderse en su interior y de descubrir nuevas emociones en torno a la arquitectura que es capaz de dibujar sobre el lugar, provocan una atracción magnética, un anhelo por dejar flotar las emociones en una atmósfera desconocida pero extrañamente confortable.
“El cuerpo no se inscribe en unas coordenadas previas, sino es para borrarlas inmediatamente, al primer gesto, y desplegar. Desde ahí mismo, la inminencia e irrupción de una espacialidad y temporalidad propia, nueva, siempre inicial”
Josep Quetglas
Seguramente salir del laberinto no será una labor fácil, porque dentro de él el tiempo cambiará de magnitud, también la escala y la percepción del espacio. Cada vez será algo nuevo, una emoción mágica que sólo la arquitectura es capaz de crear a través de la luz y su peculiar materialidad. Lo terrenal se habrá convertido en creativo, y la realidad en magia.
Créditos:
Autora: Nuria Prieto, Doctora Arquitecta
Coordinación de producción y montaje: Lola Solanilla
Colaboradora montaje: Carol Nierga
Iluminación y sonido: Edu Martín
Construcción: Alumnos y alumnas de IES de Olot y comarca
Producción: Lluèrnia Asociació Cultural
Emplazamiento: Firalet, Olot (GI)
Fecha: Noviembre 2024
Fotografía y vídeo: Nuria Prieto